Tai Chi

En esta secuencia el movimiento es circular; en cuanto llega a un extremo comienza el retorno, sin detención. Para movernos de esta manera utilizamos la intención en lugar de la fuerza muscular. Como dicen los cásicos del Tai Chi, la consciencia produce la intención (Yi); la intención pone en movimiento la energía (Qi) y es el movimiento de la energía que mueve el cuerpo.

Al comienzo aprendemos a relajar el cuerpo y a calmar la mente. Esta calma es condición necesaria para poder escuchar las sensaciones provenientes de los sensores internos del cuerpo y así comenzar a hundir la mente hacia su fuente. Practicando de esta manera vamos desarrollando y fortaleciendo niveles más profundos de la mente desde los que somos capaces de percibir aspectos más sutiles y gestionarlos de manera más inteligente. El refinamiento de la forma tiene un potencial infinito. Una vez comenzado, el Tai Chi debería ser considerado la práctica de toda una vida.

La práctica de la forma se complementa con el empuje de manos en el que intervienen la intención y fuerza de un compañero. Tratamos de aplicar los mismos principios en una situación algo más compleja que la práctica a solas. La práctica con el compañero se da en unas condiciones que quedan a medio camino entre las del entrenamiento individual y las situaciones reales de la vida. 

Los órganos internos reciben un suave masaje, la circulación sanguínea se ve incrementada, los tendones, ligamentos y huesos se fortalecen, mientras el qi se acumula y circula libremente por el cuerpo. La práctica del Tai Chi conduce hacia el autoconocimiento, la calma y el poder internos. Gente de cualquier edad y condición puede practicarlo.

Para tener éxito en la práctica hace falta una actitud genuina de investigación, paciencia, perseverancia y apertura a la guía de un profesor con un buen método en el que estén bien definidos los pasos a dar en este camino de crecimiento interior. Yo estudio y enseño bajo la  supervisión de Patrick Kelly,  discípulo de Huang Xingxian (1910-1992), quien fuera el discípulo de Cheng Manqing (1898-1975) que más lejos llevó este arte.